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Cómo acertar al máximo con la dosis de Bolsa: tres recetas para tres perfiles de riesgo – Cinco Días

El inicio de año ha hecho saltar por los aires cualquier convicción clara de lo que pueda pasar en los mercados financieros en los próximos meses. La intensidad con que continúan subiendo los precios ha hecho temer por la aceleración de las subidas de tipos en Estados Unidos, incluso a riesgo de frenar el crecimiento pero con tal de enfriar la inflación. Las materias primas siguen subiendo, con el petróleo en cabeza y sin que se prevea un retroceso en los precios del crudo o la electricidad a final de año. El coste de la transición energética va a seguir ahí por largo tiempo. Además, la tensión bélica en Ucrania ha enervado aún más los ánimos de los inversores, temerosos de una guerra en Europa del Este con un protagonista económico de primer nivel, el gas que Rusia suministra a Occidente.

La incertidumbre y la volatilidad por tanto están servidas y la renta fija no es precisamente un rincón para el refugio, puesto que la subida de las rentabilidades de los bonos –en anticipo a las alzas de tipos de interés– deprecia su valor. Con una inflación aún en ascenso, y revalidando máximos de las últimas décadas, y una renta fija en franco declive por primera vez en la última década, la conclusión unánime de los gestores es que la única alternativa de rentabilidad real este año es la Bolsa.

La gran decisión para el inversor va a ser qué dosis de renta variable introducir en su cartera, algo que inevitablemente va a depender de su perfil de riesgo. Los gestores apuntan a que 2022 será momento de llevar al máximo la tolerancia al riesgo, y a la pérdida, que cada inversor pueda asumir. Será también el año de aprovechar las oportunidades que surjan, tanto en renta variable –con la compra de acciones ante las correcciones, en una rotación sectorial que promete ser dominante– como en renta fija, donde las caídas de precios elevarán las rentabilidades, dando cada vez más atractivo al cobro de cupón de estos títulos. En especial en aquellos de mayor riesgo y peor calidad crediticia, como los bonos de alto rendimiento o high yield.

En las carteras conservadoras la receta de los gestores pasa por incluir dosis de renta variable, hasta un máximo del 20%, pero sin superar el umbral por el que ya se pasaría a ser un inversor moderado. La deuda soberana está condenada a las pérdidas, ante la subidas previstas de los tipos de interés, y numerosos gestores de renta fija toman de hecho posiciones bajistas frente a la deuda pública. “Estamos cortos en los tramos largos de la curva americana ante una previsión de que el movimiento de tipos pueda continuar e infraponderados en periféricos no solo por las elecciones italianas sino también por el impacto que pueda suponer la aceleración del movimiento por parte del BCE”, explica Javier Turrado, director comercial y de desarrollo de negocio de Bankinter Gestión de Activos.

Los bonos high yield son los predominantes en las carteras conservadoras ya que prometen mayores rendimientos en un año en que el gran desafío para este perfil inversor será batir a la inflación. A los niveles actuales de tasas del 7% en EE UU y del 5% en la zona euro, resulta tarea imposible, aunque la expectativa está en que los precios se moderen y las estrategias conservadoras más acertadas sí logren evitar la pérdida de poder adquisitivo en el conjunto del año.

En las carteras moderadas, con mayor tolerancia al riesgo bursátil, no sirve ya la apuesta clásica del 40% en deuda soberana y el 60% en renta variable. Hay que innovar en la parte de renta fija, con opciones como la deuda subordinada e híbrida de los bancos o deuda corporativa de mayor rentabilidad. Y con activos de renta fija de más riesgo que la deuda pública y también otras opciones consideradas más seguras como las titulizaciones hipotecarias, ya muy lejos de su mala fama tras la crisis de 2008. Casi todos los gestores apuestan por los plazos más cortos en la parte de renta fija, menos sensibles en su precio a las subidas de tipos.

En definitiva, la selección de los activos más atractivos para este año es común para todos los perfiles de riesgo. La clave está en cómo combinarlos y en cómo moldear la dosis de riesgo de cada cartera. Para las más arriesgadas, en las que la Bolsa es la posición dominante, la apuesta generalizada es por las empresas de calidad, aquellas con un balance sólido y resistente a las alzas de tipos y una probada trayectoria en la generación de beneficios, lo que también incluye a numerosas compañías tecnológicas.

El sector tecnológico ha sufrido el castigo indiscriminado en Bolsa ante el alza de tipos y numerosos gestores ven la ocasión de regresar a valores atractivos y ahora más baratos. La banca y las petroleras, los sectores más beneficiados de la inflación y la subida del precio del dinero, también están muy presentes. Y no falta, para los más atrevidos, la apuesta emergente, que tiene como protagonista a China de la que, frente a la decepción de 2021, este año sí se esperan buenas rentabilidades.



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